O estoy muy drogado o la pajita tiene ojos, nariz y boca. Definitivamente, extremadamente drogado. Comienza a hablar. También debe de estar en otro mundo. Imagino que en Neptuno, planeta asociado en el arte de la Astrología, a las drogas, entre otros significados. Quiero escucharla pues su voz es firme y fuerte. No sabe cómo nació. Sólo entiende de un polvo blanco en las tripas. Amargo al principio, dulce en unos pocos minutos. Ella me acompaña desde hace cuatro viernes. Solitaria como yo mismo. Ahora sé que me escucha teclear. Tal vez pueda leerle algo de lo que escribo. Tal vez pueda deslumbrarse con las pinturas que descubro en Internet. Se sabe frágil y delgada. Confinada a la oscuridad durante días. En el cajón más pequeño de la cocina, junto al plato y la tarjeta. Empiezo a dudar. Jamás la droga me hizo delirar de esta manera. No he tomado demasiado. Entiendo, es alita de mariposa, como me gusta llamarla. Aunque cueste creer siento fobia a las moscas. Le pregunto cómo se siente ser pajita y aliada de mis viernes. Dice que le gusta. Se acostumbró a mi voz y mis fosas nasales. Que la trato con delicadeza y un ritmo que no puede definir. Cada vez que la convoco, siente la tibieza de mis dedos. Rápidamente se transforma en un canal. Comunica el placer que ella misma sentirá. Tal vez más que yo. Supongo que más que yo. Al darme cuenta nuevamente que tiene ojos, nariz, boca. Siempre conserva el polvo mágico. Como un Boy Scout, siempre lista para la acción que requiere mi demanda. Útil y fiel. Efectiva. Para que mis pajaritos vuelen en su órbita de fantasía ilimitada o para que evadan el dolor. No quiero saberlo. Sé que mi pajita tampoco se atreverá a una respuesta. 


Espero les guste. Lo escribí sindor y con la pajita acompañando.