Voy a intentar relatar mi experiencia con el cactus San Pedro (huachuma).
Espero que hayan disfrutado el relato de igual manera que yo disfruté recordándolo e intentando plasmarlo en palabras.
Para poner un poco de contexto, antes había tenido experiencias con diferentes medicinas (en orden cronológico): LSD, rapé, Kambö, Bufo Alvarius, psilocibina, yagé (ayahusaca).
La ceremonia a la que asistí (junto a un amigo, que fue quien me invitó y ya había asistido dos veces si mal no recuerdo) no sigue un método tradicional, aunque tengo entendido que ha tomado elementos de estos. La idea era hacerla al aire libre pero esa noche hacía bastante frío (menos de 10°) por lo que decidieron realizarla adentro. El lugar tenía mucho espacio verde y el espacio cerrado en el que lo hicimos era aproximadamente de 20 metros cuadrados, y éramos un poco más de 30 personas por lo que estábamos uno al lado del otro, entrabamos justo.
Al entrar a la casa nos hacían una “limpieza” soplándonos humo de tabaco. Luego vino una charla en la que el guía (en adelante lo llamaré “Rama”) explicaba su historia con el San Pedro, cómo actuaba en el cerebro y en el cuerpo, siendo alguien con experiencia ya que hace años brinda ceremonias de San Pedro. Una vez concluida la charla, cedió la palabra a cada uno para que nos presentemos y relatemos lo que queramos (qué buscábamos con esta medicina, nuestra experiencia, cómo habíamos llegado ahí, agradecer, etc.). En total creo que debe haber durado un poco más de una hora, algo oportuno para practicar el escuchar y la paciencia. Luego (pasadas la una de la mañana) procedió a servir la medicina en vasos tipo “shots” de tequila (que era cosechada y cocinada por él mismo, traída de La Rioja). El sabor no me resultó para nada agradable (sabor amargo y tierroso, con grumos). Tengo entendido que estaba bastante concentrada ya que la redujo varias veces (hervir, colar y repetir), lo cual lleva horas.
Una vez que todos habían tomado el primer vaso empezó la música. Él me parece un gran cantante, con una voz muy exótica, y los instrumentos eran en su mayoría de percusión, y la mayoría del repertorio eran de su propia autoría. La primera canción fue un mantra que habrá durado unos diez minutos, luego Rama me explicó que siempre comienza así como para armonizar las energías de todos los presentes. Los efectos los empecé a sentir a la media hora, mientras las canciones siguieron (durante toda la noche hasta el amanecer inclusive). Cabe aclarar que ese día había hecho dieta líquida, que era lo recomendado, y además sumado a la preparación que siempre hago para cualquier ceremonia (buena alimentación, descanso, abstinencia sexual y de drogas por una semana aproximadamente). Además yo llevaba sin consumir marihuana dos semanas, habiendo estado acostumbrado a fumarla casi a diario (un dato muy importante para más tarde). Los primeros efectos que sentí fueron un aumento notable de energía y los sentidos amplificados (sobre todo la visión y la audición). Recuerdo que me cayó medio pesado al estómago pero fue algo pasajero, incluso no es raro (aunque no es lo usual) vomitar.
Más o menos a las dos horas decidí tomar un segundo vaso (era barra “libre”, cada uno tomaba según lo que le parecía). Los efectos antes mencionados se fueron incrementando, sumado a las ganas de moverse y cantar (Rama había dicho que a la huachuma le gusta que le canten y le bailen). La cabeza la tenía a mil, pensamientos que iban y venían, muchos evocados por la música. También una sensación de felicidad y la energía que iba aumentando, como así también la amplificación de los sentidos. La verdad que sentí un muy buen ambiente, tanto por la música como por el lugar y las personas, aunque algo denso también (quizás porque estábamos bastante apretados todos en un espacio cerrado). Luego de una hora decido ir por la tercera, ya le iba agarrando gusto a la medicina. Inmediatamente después de tomarla me convidan un porro, dudé en fumar pero me sentía tan bien y recordé que me habían dicho que se combinaba bien con la marihuana por lo que fumé 3 pitadas, además me cautivó el olor de las flores. Casi en seguida sentí cómo se me empezó a acelerar el ritmo cardíaco y la respiración, al punto de que me dio taquicardia, arritmia y se me disparó la ansiedad por las nubes. Decidí salir porque pensé que si seguía iba a mal viajar, al punto de que pensaba que me podía dar un infarto o algo así, además adentro el aire estaba muy viciado de humo y sentí que necesitaba respirar. Afuera hacía muchísimo frío pero me sentí más cómodo al aire libre, el encierro me estaba jugando una mala pasada también. Recuerdo que a 5 metros de la casa había un pozo, y pasando ese pozo había campo abierto, hermoso lugar. Cuando miré al cielo las estrellas brillaban más que nunca, y se formaban hilos de luz que las unían, como si estuviera viendo una gran red luminosa, quedé maravillado. Igualmente mi mente parecía una montaña rusa, pasaba del éxtasis a la paranoia en un segundo. Decido volver a entrar, quizás la música me iba a ayudar y guiar mi viaje. Cuando miro hacia la casa veo que primero estaba el pozo, enfoco la mirada en el pozo y en un parpadeo veo cómo el pozo se multiplica, quedando yo totalmente rodeado de pozos sin ver la casa, ¡como en una isla! Me asusté mucho, cerré los ojos y moví la cabeza de un lado a otro como queriendo dejar de ver eso, cuando los volví a abrir ya volví a ver el pozo normal y la casa, volví a entrar.
Sentí la mirada escrutadora de todos los miembros (paranoia), y mi cabeza seguía en esa montaña rusa, cuando yo tenía lindos pensamientos sentía que estaba en el paraíso y cuando mis pensamientos eran negativos me sentía en el infierno, se me disparaba otra vez la taquicardia y sentía que iba a morir. Recuerdo que en un momento imaginé como si estábamos en una nave espacial, lo miré a Rama y sentí como si estuviéramos en una ceremonia tribal “fuera del tiempo”, y él me devolvía la mirada sonriéndome. Sentí que me entendía a la perfección, una conexión profunda sólo con la mirada. A medida que se me iba pasando el efecto del cannabis la paranoia se iba yendo, la paz mental iba volviendo (a pesar de la energía tremenda que sentía), los buenos pensamientos, y ya estaba amaneciendo. Cuando empezó a salir el sol fue lo mejor, pura felicidad y la visión que tenía era increíble, veía cómo entraban los rayos de luz y todos los colores del arcoíris en cada uno, estaba maravillado con la luz, nunca había visto algo así con LSD ni con ningún otro psicodélico.
Decidí salir y afuera era increíble, el pasto y los árboles los sentía más vivos que nunca, respirando. Me encontré con un caballo que anda suelto por el campo, hermoso encuentro y quedé impresionado por la majestuosidad que tenía. Paulatinamente la gente fue saliendo y comentando cada uno su experiencia y su historia de vida, muy enriquecedor la charla, además de que esta medicina es muy empática y parece que no podés parar de hablar. A los abrazos. Después desayunamos algunas frutas y seguimos las charlas.
Cerca del mediodía nos fuimos, ya con los sentidos volviendo a la normalidad de a poco pero con la energía todavía al mango, recuerdo que recién pude dormir a la noche.
En cuanto a las enseñanzas que me dejó, recuerdo una canción que decía “ama al otro como a ti mismo, eso es el amor”, y confirmé una vez más las experiencias que me habían dado otros enteógenos como el yagé y el LSD: la unidad. Como te tratás, tratás a los demás, y viceversa. Como es adentro, es afuera. Que estamos “divididos” es solo una cuestión de percepción. También el poder de la mente, si dejás que te dominen los “malos” pensamientos vas a sentirte en el infierno, si le das rienda suelta al amor y no hacés juicios, aceptando todo tal cual es, estás en el paraíso. Como el cactus, con los pies en la tierra y mirando al cielo. Sentía que a cada rato me iban cayendo “fichas” de cómo me comportaba, cómo me relacionaba con los demás y conmigo mismo. Volviendo a casa le escribí a mi vieja, saludándola y diciéndole cuánto la quería. Agradecido de la vida que me dio, del existir, y de todo lo que tenga que venir.
Al otro día me levanté muy cansado pero igual de contento, como si mi corazón hubiera florecido (como la flor del San Pedro).
Se me hizo un poco extenso, y eso que omití algunos detalles, pero creo que podría estar horas hablando de la experiencia y no sé cuándo terminaría. Lo sentí como un despertar, tanto desde la conciencia como del sentir.
Espero que hayan disfrutado el relato de igual manera que yo disfruté recordándolo e intentando plasmarlo en palabras.
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