Cocaína: Mi secreto más íntimo

[Ludovicovsky]

Que tal? mi nombre pueden ser muchos, incluso el tuyo. Actualmente tengo 26 años. Encuentran este post a causa de una necesidad de dejar asentado, anónimamente, lo que siento (o percibo sentir) en este preciso momento. En el ahora, el ya, en el bombardeo de dopamina. En la cumbre de lo que debería ser el efecto placentero, o al menos, el que era hace un par de años. Porque ya no va a ser la abstinencia la responsable de juzgarme, ni de razonar o arrepentirme. Sin disfrazar tanto, estoy consumiendo ahora, y estuve ayer y antes de ayer. Sin parar. Tengo más de 5 gramos en la sangre, y me queda uno más. Mi pequeño aporte esta lejos de pretender que sea una historia interesante, sino casi como una suerte cuantificable, hacer una pequeña chispa en alguien que está batallando. Que no se sienta solo e incomprendido. Si te suena a cliché, quiero decirte que a mi también. Pero cuando los relatos son crudos y sin caretas, la identificación del otro se torna profunda. Y si a alguien ayuda al menos una oración de lo escrito, mi objetivo está cumplido.
Porque aunque para algunos el relato pierda veracidad al admitir que lo escribo consumiendo, es esperable. Un cable testigo, el motor que impulsa un cambio, se te presenta por descarte hay que trabajarlo. Con recaídas o no. La verdad que esto quería hacerlo, hace tiempo, solo y tranquilo, como una recaída planeada. Es una estupides, pero quería que lo escrito tenga ese dejo a crudo, a deshinibicion y Hace solo 5 meses no consumía, mi vida giró 90 grados desde entonces.

Prometo plasmar acá, con total honestidad y sin sentido de sugestionar a nadie, mi experiencia (o mi presente) para que le sea un as de luz, una pequeña ilusión, a aquel que este atravesando lo mismo. Porque si hay algo que me llega, son los relatos de este foro, los leo y me imagino a pibes como yo, como mi hermano, como a cualquiera. Porque es una mochila que le cabe a cualquiera, hasta el que menos imaginas, y con esto me siento muy identificado.

Clase media, escuela pública, nunca toqué un libro, pero tampoco nunca me llevé una materia. Tal vez era la necesidad que tenía de prestarle atención al profesor cuando hablaba, no porque necesariamente me importase, sino por una cuestión de respeto que se me hacía muy difícil evitar. No era el caso de mi junta, mis compañeros de banco. Los del fondo, esos si se llevaban materias. Pero eran mis amigos, en cambio los que se sentaban adelante, eran de otro palo (o tenían miopía), y nunca tuve tanta cercanía. Eso me hizo sentir un híbrido entre estos dos antagónicos. Tenía la capacidad de aprendizaje con facilidad, me seducía la personalidad culta, y a la vez esa pizca de indomable de los que siempre daban que hablar.
Y me gusta contar esto, porque a pesar de que jamás me jacté como el mejor (ni en mi propio ego), es una paradoja que posiblemente influyó en algunas tomas de decisiones a lo largo de mi vida. Me dio una tormenta de confianza, me hizo creer que era capaz de caminar dos rutas distintas con cada pie, cuando inevitablemente estas tarde o temprano se desviarían una de otra. Pero no porque exista un camino bueno y malo, sino por no ver la curva a pesar de creer conocerla como la palma de tu mano. Porque, aunque quizás no lo esperes, ninguno de mis compañeros tuvieron influencia en mi consumo. Ni de alcohol, ni porro, ni merca, no andaban en esa. La curiosidad de lo prohibido. El alumno que era tímido, callado, se sentaba con los quilomberos. Que loco. Y no fuma pucho en la puerta como ellos, entonces quien se imagina que tiene un porro en la cartuchera?.

Esta camuflaje me sirvió para ocultarlo de mi vieja, por ejemplo. "Entonces yo vivía como si la dinámica de estos hechos, por su propia inercia, fuera a acomodar alguna vez aquello que se estaba desmoronando."

Mi mejor amigo ya transitaba el coqueteo con ciertas sustancias. El iba a otra escuela, era dos años más grande, y aunque fue algo así como una puerta al probar, jamás me insinuó consumir nada. Me quiere mucho. Siempre actué por mi propia voluntad. Si en una joda el tomaba merca, yo no me enteraba. Tenía suficiente con mi porrito.

Hasta aquel día que lo voy a visitar en vacaciones desde el sur del país, a Capital Federal. El vivía ahí porque se había mudado ese año para comenzar una carrera. No lo veía hace banda, entonces había un clima de festejo y lujuria. Porque estábamos solos... Y en Capital Federal! unos pibes que en su ciudad natal no existían colectivos. Y aparte, sin limitantes de conducta como podrían ser nuestros viejos.

Era la previa, salíamos a un bolichito de Palermo; Quiero probar, le dije, y después de un discurso repleto de precauciones, lo hice. No hay que describir lo que se siente, si vos que estas leyendo sabes, indudablemente coincidimos en que en 10 segundos tu cerebro rebalsa de euforia, seguridad. Excelente, dije. Había descubierto un atajo en esas rutas. De la nada ya no era tan tímido, extrañamente no paraba de hablar, era la masilla que cubría los huecos que creía que me faltaban. Que gil que fuí.

Me engañó, aunque hasta ese día JAMÁS había visto una bolsa en mi vida, había leído bastante sobre los efectos a corto y largo plazo. Por ende no surgió ninguna necesidad de apego, ni esa noche ni después, fue suficiente una raya para saber lo que era de una vez por todas.

Al menos hasta un día que no recuerdo por qué, planeo hacerlo solo. Para este entonces, yo también me encontraba en el primer año, solo, en Capital Federal. Con la diferencia que no era un viaje vacacional. Lo que vendría después vendría todo por mi cuenta, ya no iba a ser una experiencia fugaz y oportunista como aquella vez. 
Y por qué lo hice? yo en ese momento pensaba "por qué no lo hago?". Si mi adolescencia la transité sin problemas, fumando porro, y contentando a mi entorno familiar con las responsabilidades que tiene un pibe a esa edad. Por qué ahora no podría hacerlo? Este planteo ya era obra de ella, la cocaína. Me había dejado una semillita desde ese primer día que se encargó de plagar gran parte de mi razonamiento.

Eran cada vez menos los límites, y más las excusas sin sentido. Cada vez que llamaba al tranza la pensaba menos. NADIE sabía lo que yo hacía en mi monoambiente. Me empezaba a conquistar en mi cabeza esa sensación de libertinaje. Que por el momento me dejaba estudiar de día, pero ya eran menos las salidas sociales que tanto me habían divertido en un primer momento. 
El resto... es historia.
La carrera ya no me motivaba, me iba mal, me cambié a otra mucho más corta que nada tenía que ver con esta. Ahora era universidad privada, solo dos años, y tenía que laburar para pagarmela. Fue una de mis primeras grandes frustaciones en mi vida, porque ese equilibrio que intentaba tener en la vida parecía haber desaparecido. Ya no optaba por una ruta o la otra, ya iba directamente al atajo.
Tardó mas o menos un año en llegar el consumo problemático, ya lo hacía laburando. Estaba conforme con mis estudios y el trabajo, me gustaba. Tenía pareja y empezó a convivir conmigo, sin tener idea que consumía. Empezaron las actuaciones para caretear. En el trabajo, con ella en casa, ya no me importaba nada. No tenía juicio para hacerlo. Si lo hacía acompañado con mi circulo de amistad más íntimo (cada dos meses) ellos compraban un gramo y yo llevaba el mío, que no tardaron tanto en darse cuenta que ahora lo hacía por mi cuenta y no dependía más de ellos. 

Dos años de decadencia. Todo se me vino abajo. El plan que tenia con mi pareja de irme a vivir afuera lo eche a perder, terminó yéndose ella sola, enterándose a una semana antes del viaje. Pobre mina, no entendía por qué. No entendía por que no pegaba un ojo en toda la noche, no entendía por qué a veces los besos sabían amargos, y no sabía por que no podía ahorrar un puto peso. Llegué a cagar a tranzas con comprobantes que yo mismo editaba. A uno le encajé 100 dólares falsos por una piedra de 5 gramos. En mi cabeza no estaba tan mal, no sentía que robaba "injustamente". Al menos porque cagarlos a ellos, tal vez me hacía no robarle a mi gente. 
En esa semana antes que se vaya, empecé a sentir necesidad de descargarme. Y en una noche de esas de consumo en solitario, tras una discusión de tantas, de por qué a veces cambiaba tanto mi personalidad, por qué esto, por qué lo otro. Me senté de frente y le dije; "estoy enfermo, soy cocainómano." El puñal que tenía en la espalda, me lo saqué y me lo enterré yo mismo en el abdomen. Al menos ahora podría ver que me estaba desangrando internamente. 
Ese impulso me dio pie a pedir ayuda, a mi familia. Y aunque tenía mucha fe en esa etapa que pretendía rehabilitarme, se sumó otra frustración más a mi vida. Mi vieja conviviendo con ese pesar, y sin la satisfacción de poderme ayudar. Hoy vivo con ella, ella está segura que ya no consumo cocaína. Pero sigue sin entender. Sigue sin entender por qué a veces me pesca en mi pieza y al mirarme a los ojos, no reconoce mi vista. Y yo lo veo, lo siento, lo veo en sus ojos que no me reconoce. No entiende por que hay días que no sonrío. Y eso para mi, me generó el peor sentimiento que tuve jamás en mi vida. Ahí verdaderamente perdí el sentido de querer manejar el bien y el mal. Que en realidad, ya no lo podía manejar, pero mirá hasta donde tuve que llegar. A hacerle daño a mi madre, a hacerla irse a dormir probablemente pensando en que carajo hizo mal ella, cuando en realidad es el sentido de mi vida.

A vos que estas leyendo, quiero decirte que aún así, sintiéndome vencido, tengo muchas ganas de vivir una vida plena. Como la que supe tener, siendo YO. Quiero volver a sentir lo que supe ser de pibe. Retomar de nuevo ese camino que creía que eran dos, pero hoy me doy cuenta que en realidad es uno solo. Es el mío, pavimentado con ORGULLO a dolor y propósitos, pero esta vez; con hoja de ruta. 
Porque comprendí que cuando uno pierde amor en si mismo, hay dos opciones:  fingir que estas bien, satisfaciendo falsamente las expectativas quienes te quieren (aunque estés en la lona) o aislarte de ellos porque crees y asumís que ese amor no te lo mereces. Ambas tienen fecha de caducidad con un final probablemente no tan feliz. Tengo la convicción de que ese amor, va a estar esperándote, y lo vas a encontrar cuando hagas las cosas que realmente amas. Tocar la guitarra, un mensaje a tu primo que no le das bola hace años, o un domingo de ñoquis con salsa. Esos disfrutes que creías haber olvidado, va a ser tu nueva droga. Con un efecto mucho más potente, sintetizada con compuestos de valor y afecto, y sobre todo porque se toma con el 

Desde el más sincero sentimiento publico esto es más referido para mi, porque se que no es algo entretenido de leer, pero también se lo qué puede generar un alma sin caretas y ardiendo a una que todavía está emponchada y cree ser ceniza.

Gracias gente!

PD: Si reviso la ortografía o redacción, seguro me arrepienta de algo. Y no quiero que suceda, sepan disculpar!