11-02-2017, 10:41 PM
Fa, experiencias de estas tengo un par... todas con LSD, una mezclando LSD con pasti. Paso a contar una nomás, por ahí a vos @Floki te interesa:
Una vuelta tomé un cartón solo, en casa, decidido a ver hacia donde me llevaba el viaje. En ese momento hacía yoga bastante seguido, y en el pico del viaje me tiré con la colchoneta, puse unos auriculares con música tranquila y me empecé a dejar llevar...
Para mí una de las cosas más nobles del LSD es que, a diferencia de la pasti, no es una sustancia con la que uno inherentemente "la pase bien". El ácido es mucho más sutil, y cuánto mas tratás de forcejear con la situación más complicado se vuelve.
Siempre con ojos cerrados, los clásicos visuales de ácido empezaron a tomar formas más concretas. Arrancaba con mi "visión" dividida en dos hemisferios. A la izquierda, cosas "lindas". Imágenes de amigos, de lindos recuerdos, generalmente de un color tirando a blanco, o luminoso. A la izquierda, cosas "feas". Miedos, situaciones traumáticas pasadas, generalmente de un color más oscuro, tirando a negro... Estas dos realidades estaban en constante movimiento, y conforme me dejaba llevar más por un pensamiento o por el otro, la "balanza" se inclinaba para un lado o para el otro y empezaba a ver más negro o más blanco.
El paso siguiente fue abandonar ese estado y arrancar a separarme de mi sensación de "yo". En la medida en que iba dejando mis recuerdos (tanto de los miedos como de los más felices) en mi campo visual arrancaba a ver varias personas, como un dibujo, una animación. Soltándome más, la cámara se iba "para arriba" y las personas se transformaban en animales, primero mamíferos y después formas de vida más primitivas. Más allá árboles, plantas, después el planeta entero.
Para mí una de las cosas más fascinantes del LSD es la sinergia que existe entre lo que estás pensando y lo que estás sintiendo; a medida que me seguía soltando, sentía el cuerpo cada vez más liviano, más suelto. No estaba temblando, estaba vibrando.
La visión del planeta entero se terminó transformando en un círculo de luz blanca, y ahí toda mi existencia se bañó de esa luz. Sentado en el piso, de piernas cruzadas, me sentía inundado por una paz increíble.
La "vuelta" del ego vino cuando esa luz blanca se convirtió en una imagen mía, un bebé en posición fetal, algo así como gestándose en un útero. Apenas lo vi supe quién era.
Terminé echado yo mismo en posición fetal, en mi cama, llorando de la alegría.
Como último comentario... el estado de felicidad que por instantes sentí fue exactamente eso, un instante. Si me dejaba llevar por un pensamiento negativo podía saltar del "planeta" a un mal viaje, y de la misma forma pegar la vuelta desde el mal viaje al planeta, a los animales, o a caras de seres queridos.
Esa fue si quieren la enseñanza que más me quedó: la elusividad de cada estado anímico, el constante movimiento, o baile, entre un estado y otro.
Una vuelta tomé un cartón solo, en casa, decidido a ver hacia donde me llevaba el viaje. En ese momento hacía yoga bastante seguido, y en el pico del viaje me tiré con la colchoneta, puse unos auriculares con música tranquila y me empecé a dejar llevar...
Para mí una de las cosas más nobles del LSD es que, a diferencia de la pasti, no es una sustancia con la que uno inherentemente "la pase bien". El ácido es mucho más sutil, y cuánto mas tratás de forcejear con la situación más complicado se vuelve.
Siempre con ojos cerrados, los clásicos visuales de ácido empezaron a tomar formas más concretas. Arrancaba con mi "visión" dividida en dos hemisferios. A la izquierda, cosas "lindas". Imágenes de amigos, de lindos recuerdos, generalmente de un color tirando a blanco, o luminoso. A la izquierda, cosas "feas". Miedos, situaciones traumáticas pasadas, generalmente de un color más oscuro, tirando a negro... Estas dos realidades estaban en constante movimiento, y conforme me dejaba llevar más por un pensamiento o por el otro, la "balanza" se inclinaba para un lado o para el otro y empezaba a ver más negro o más blanco.
El paso siguiente fue abandonar ese estado y arrancar a separarme de mi sensación de "yo". En la medida en que iba dejando mis recuerdos (tanto de los miedos como de los más felices) en mi campo visual arrancaba a ver varias personas, como un dibujo, una animación. Soltándome más, la cámara se iba "para arriba" y las personas se transformaban en animales, primero mamíferos y después formas de vida más primitivas. Más allá árboles, plantas, después el planeta entero.
Para mí una de las cosas más fascinantes del LSD es la sinergia que existe entre lo que estás pensando y lo que estás sintiendo; a medida que me seguía soltando, sentía el cuerpo cada vez más liviano, más suelto. No estaba temblando, estaba vibrando.
La visión del planeta entero se terminó transformando en un círculo de luz blanca, y ahí toda mi existencia se bañó de esa luz. Sentado en el piso, de piernas cruzadas, me sentía inundado por una paz increíble.
La "vuelta" del ego vino cuando esa luz blanca se convirtió en una imagen mía, un bebé en posición fetal, algo así como gestándose en un útero. Apenas lo vi supe quién era.
Terminé echado yo mismo en posición fetal, en mi cama, llorando de la alegría.
Como último comentario... el estado de felicidad que por instantes sentí fue exactamente eso, un instante. Si me dejaba llevar por un pensamiento negativo podía saltar del "planeta" a un mal viaje, y de la misma forma pegar la vuelta desde el mal viaje al planeta, a los animales, o a caras de seres queridos.
Esa fue si quieren la enseñanza que más me quedó: la elusividad de cada estado anímico, el constante movimiento, o baile, entre un estado y otro.